“AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE, Y CON TODAS TUS FUERZAS” 

MARCOS 12:30

   Amamos a Dios por muchas razones.

   Primero, porque Dios es el Creador del mundo. Génesis 1:1 dice, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” y luego sigue la lista de lo que Dios ha creado.

   Génesis 1:26, 27 dice, “26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.

   Esto significa que no somos solamente un cuerpo, sino que tenemos un espíritu que no muere. También significa que Dios nos da inteligencia, emociones, libre voluntad y conciencia y con esa inteligencia debemos creer en Dios y amarle con todo el corazón, y con toda el alma y con toda la mente y con todas las fuerzas.

   Romanos 1:18-22, “18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios.”

   Este texto dice claramente que todos los hombres deben creer en Dios, honrarle y dar gracias por sus bendiciones. De otro modo son ingratos y necios, dando espaldas a Dios a pesar de todo el amor que Él demuestra por nosotros.

   Amigo, ¿usted ama a su padre y madre? ¿No entiende usted que Dios es nuestro Padre celestial? Jesús nos enseña cómo orar a Dios, diciendo “Nuestro Padre que estás en los cielos, santificado sea tu nombre”. ¿Cómo puede usted amar de todo corazón a su padre terrenal y no amar a su Padre que está en los cielos?

   Alguno dirá “Mi padre y mi madre me da vida”, pero el apóstol Pablo dice en Hechos 17:25 que Dios “es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” y en el versículo 28 dice “en Él vivimos, y nos movemos y somos”.

   En este momento estamos viviendo y respirando porque Dios nos da vida. Todo ser humano debe su misma existencia a Dios.

   El Salmo 14:1 dice “Dice el necio en su corazón:  No hay Dios”. También por las acciones uno puede decir, “No hay Dios”. Los que reciben vida y aliento, alimento y ropa y toda bendición material y espiritual de Dios y no le aman, no le temen, no le obedecen, le dan espaldas no creen en Dios. Si tal persona dice “Yo sí creo en Dios” sus acciones contradicen sus palabras. Debe ser sincero y admitir está entre los necios. Es exagerada insensatez no amar y servir a Dios para heredar la vida eterna y no ser echado en el fuego del infierno. (Y al propósito de esto, los que dicen que no hay infierno y que no hay castigo eterno niegan a Cristo y en efecto le llaman un mentiroso).

   Dice el Salmo 139:13-14, “Porque tú formaste mis entrañas[a]; me hiciste[b] en el seno de mi madre. 14 Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho[c]; maravillosas son tus obras, mi alma lo sabe muy bien”. También Dios formó el espíritu en nuestro cuerpo.

      Amamos a Dios porque Él provee alimento, ropa y todo lo necesario para sostener la vida. Mateo 6:31-33, Jesús dice, “31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

     Amamos a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas nuestras fuerzas porque ha hecho posible la salvación de nuestras almas. Dice Juan 3:16, “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

     El apóstol Pablo dice en Romanos 2:4, “ ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”

     Alguno podría tratar de justificar su falta de fe diciendo, “Pero Dios es invisible,  ¿cómo puedo conocerle, creer en Él y amarle?” Es por eso que Pablo dice que no tienen excusa. El Poder y la Deidad de Dios se ven claramente en las obras de la creación, pero también Dios se hizo visible en la Persona de Jesucristo, Emanuel, Dios con nosotros quien dijo, “Si me habéis visto a mí, habéis visto al Padre” (Juan 14:6). Por eso se puede decir con aun más énfasis que no tienen excusa.

     Demostramos que amamos a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas cuando obedecemos al evangelio; es decir, leemos la Escritura y escuchamos predicación sana y pura basada en la enseñanza de Cristo y los apóstoles, creemos la verdad, creemos en Dios, creemos que Cristo es el Hijo de Dios (es como decir Dios Mismo, igual a Dios, Juan 5:18). Es llamado Dios en Juan 1:1. Los testigos de La Atalaya blasfeman contra Cristo diciendo que Él es “un dios” con d chica y Cristo dice enfáticamente que en el Juicio Final Él negará y condenará a los que le niegan. Entonces esa fe en Dios y ese amor de Dios nos lleva al arrepentimiento como Pablo dice en Romanos 2:4. Luego confesamos a Cristo delante de los hombres para que Él nos confiese delante del Padre y por fin, ser bautizado, sumergido, en agua en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo para el perdón de los pecados como Pedro dice claramente en Hechos 2:38.

   Entonces, desde luego, siendo justificados también somos santificados o separados del mundo para el servicio de Dios, adorándole y llevando fruto para glorificar su Santo Nombre.

   Marcos 12:31, Jesús repite el segundo mandamiento que enseña que uno debe amar al prójimo como a sí mismo. Desde luego, hay mucho énfasis sobre la importancia de amar al hermano. Juan 13:34, 35.

   1 Juan 4:20, 21, “20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”. Para obedecer el mandamiento de amar al hermano debemos practicar los textos “unos y otros” que hablan de exhortar, amonestar, animar, servir, etc. el uno al otro.

    1 Juan 3:17, 18, 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.

   Recordemos siempre que Jesús dice que este es el mandamiento principal: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.     


   AMAMOS A DIOS Y POR ESO QUEREMOS GLORIFICARLE (ADORARLE) EN LA IGLESIA QUE CRISTO ESTABLECIÓ.

     La iglesia existe para la gloria (adoración) de Dios (Efes. 3:21, “a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”.

     Cantamos himnos para alabar al Señor. Efesios 5:18, 19, “sed llenos del Espíritu, 19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”; Colosenses 3:16, “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales”.

     Los instrumentos de música fueron mandados bajo la ley de Moisés cuando se ofrecía el holocausto, 2 Crónicas 29:25-29.

      Pero no hay texto alguno en el NT que autorice el uso de instrumentos de música en el culto de la iglesia. (Agradan al hombre, pero no agradan a Dios. El uso de instrumentos de música en la iglesia no es para adorar a Dios. Es puro entretenimiento para los miembros y visitantes.

      Oramos a Dios para exaltar su Nombre. 1 Tesal. 5:17, “orad sin cesar”; Efesios 6:18, “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.

     Predicamos la Palabra de Dios. Hechos 20:7, “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba… y alargó el discurso hasta la medianoche”.

     Participamos de la cena del Señor. Mateo 26:26-29, “tomó Jesús el pan y bendijo y lo partió y dio a sus discípulos y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.  Tomando la copa y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”; Hech. 20:7; 1 Cor. 11:23-27.

     Hacemos la ofrenda. 1 Cor. 16:1, 2, “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”. La ofrenda es para sostener a los evangelistas también, Filipenses 4:15, 16; 2 Cor. 11:8, 9; 1 Cor. 9:15.

     Estos son los actos de culto que la iglesia practica para mostrar su amor hacia Dios, exaltando su Nombre y adorándole en espíritu y en verdad (Juan 4:24).

Conclusión.

     Recuérdese que el primer mandamiento es que amemos a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas. Era el mandamiento principal en el Antiguo Testamento (Deut. 6:5) y es el mandamiento principal en el Nuevo Testamento (Mateo 22:37; Mark 12:30.

      Amamos a Dios porque Él nos amó primero y ha mostrado su amor en muchas maneras.

      Por lo tanto, debemos reciprocar ese amor obedeciendo al evangelio y honrando y glorificando a Dios en la iglesia, adorándole “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

      Y luego sirviéndole de acuerdo a las enseñanzas del Nuevo Testamento, haciendo todo con amor y sinceridad.

     Recuérdese que “este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

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